No te di, Adan, ni un puesto determinado ni un aspecto propio ni función alguna que te
fuera peculiar, con el fin de que aquel puesto, aquel aspecto, aquella función por los que
te decidieras, los obtengas y conserves según tu deseo y designio. La naturaleza limitada
de los otros se halla determinada por las leyes que yo he dictado. La tuya, tú mismo la
determinarás sin estar limitado por barrera ninguna, por tu propia voluntad, en cuyas
manos te he confiado. Te puse en el centro del mundo con el fin de que pudieras
observar desde allí todo lo que existe en el mundo. No te hice ni celestial ni terrenal, ni
mortal ni inmortal, con el fin de que —casi libre y soberano artífice de ti mismo— te
plasmaras y te esculpieras en la forma que te hubieras elegido. Podrás degenerar hacia
las cosas inferiores que son los brutos; podrás —de acuerdo con la decisión de tu
voluntad— regenerarte hacia las cosas superiores que son divinas.
La Creación de Adan. Michelangelo [1511] |
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